Y aquí con unas ganas enormes de escribirte y no poder
hacerlo.
De volver a tenerte en estos momentos de dolor y angustia.
De enajenación de mi persona, porque sólo ahora he
descubierto que no me pertenezco. Que mi corazón ya no está en mi pecho, que mi
alma ya no está en mi cuerpo, que mis pensamientos desaparecieron de mi mente.
Si sé bien que fui yo la que se marchó, eso no quita que mis pies anden sobre
espinas, que la sangre derramada sea inferior a las lágrimas que desbordan mis
ojos y que los gritos del alma atormenten mis oídos.
Por más que quiera no puedo olvidarte, sólo me queda que el
tiempo pase para aprender a sobrevivir sobre estas espinas que se ven a lo
largo del horizonte. Que la oscuridad que ahora cae se cierna completamente que
hasta me impida ver el recuerdo de tu voz, de tu rostro, pero más importante
aún. Que me impida volver a tu recuerdo.
En otras palabras, estoy en la espera que el tiempo pase
hasta convertirme en un cuerpo vacío, porque esa es la única forma de transitar
el camino que he elegido.
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Una pequeña aclaratoria. Esto no es un poema como tal, sólo necesitaba un medio para desahogar este sentimiento que literalmente me está matando, y el blog fue lo primero que se me vino a la mente. Perdonen las molestias por ello.
