miércoles, 10 de abril de 2013

Aventura de papel




Hola a todos!!
Les comparto este pequeño cuento que escribí hace un tiempo pero no había tenido oportunidad de transcribirlo (escribo primero en papel). Últimamente he pensado en comenzar a subir las historias al blog en vez de las páginas donde suelo subirlas, el tiempo ya no me alcanza para estar al tanto con todo y me gustaría no perder de vista este espacio, de todas formas iré probando con pequeños cuentos a ver cómo va todo. Sin entretenerlos más los dejo para que disfruten de la lectura :D

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Aventura de papel
Un día como aquél no era como cualquier otro. Era un día de cielo despejado, sol brillante y pájaros volando. A través de la ventana un muchacho observaba las hojas de los árboles moviéndose con el viento y a chicos adolescentes jugando al fútbol en el campo. Lo que daría por jugar con ellos. Lo que daría por estar afuera o en cualquier lugar que no fuera ese. ¿Quién en su sano juicio iría a una biblioteca por voluntad propia? Un lugar que sólo tenían montones y montones de libros que no servían para otra cosa más que acumular polvo. Qué forma de perder un domingo.
—Germán, no me dejas concentrarme —el muchacho apartó la vista de la ventana para observar a la chica sentada al frente. Arqueó las cejas en un gesto interrogante. —Tu pie —en ese momento Germán fue consciente del movimiento constante en su pierna derecha.
—Debiste haberme dejado en casa, no necesito que me cuiden —en ningún momento detuvo el movimiento.
—Crece más rápido. A mí tampoco me agrada cargar con mi hermanito cuando tengo que salir.
—Si hubieras hecho tu trabajo ayer no tendríamos que estar aquí hoy.
— ¿Por qué no mejor buscas un libro y dejas de molestar?
Germán iba a contestar, pero el celular de Yasminne (su hermana) sonó. Por el saludo y su tono alegre dedujo que eran sus amigas. Genial, más niñas. Las cosas no podían empeorar. Pero Germán no supo cuán equivocado estaba hasta después de veinte minutos, cuando las amigas de su hermana llegaron, llenando la mesa de chillidos, chismes y tonterías de niñas. La bibliotecaria tuvo que llamarles la atención para que hicieran silencio.
Intentó, de verás que lo intentó, pero ni el fútbol pudo distraerlo de la conversación sin sentido que mantenían, ¿Qué tenía que ver que los zapatos combinaran con el color de ojos para atraer la mirada de un chico? Si le gustabas, le gustabas, los zapatos poco cambiarían ese hecho. Germán se levantó exasperado cuando empezaron a hablar de los encuentros con sus futuros “esposos”. Chicos que ni sabían de su existencia, pero que con mirarlas de reojo sellaban su destino. Por Dios, un libro tenía que ser mejor que eso. Su hermana ni se molestó en preguntarle a dónde iba, su “trabajo” absorbía la mayor parte de su atención. Nunca saldrían de esa biblioteca.
Se paseó varias veces por entre las estanterías, distrayendo la mirada con los colores y tamaño de los libros, ninguno la atrajo lo suficiente  como para tomarlo en sus manos. Por unos segundos su mirada se detuvo en uno en particular, alargó su brazo y tomó el angosto libro de caratula envejecida. Le miró extrañado el lomo. De nuevo volvió la vista a la estantería. Los libros de las estanterías estaban ordenados alfabéticamente, Germán había paseado lo suficiente como para notarlo ¿Qué hacía un libro de la sección N en la sección A? Germán se encogió de hombros, un error humano ¿Para qué darle tantas vueltas? Decidió devolver el libro a su lugar antes de tomar uno para sí. No le entusiasmaba la idea de leer en un domingo, por lo que ordenar los libros de la biblioteca le parecía, por mucho, una mejor opción. Al llegar a la sección N encontró el lugar donde debía ir el libro, aunque ese lugar estaba ocupado por otro.
—Ahora un libro de la sección T —se dijo al intercambiarlos. —Dos errores pueden pasarle a cualquiera —siguió sin tomarle importancia, aunque admitía sentir curiosidad por esos errores. En la sección T volvió a encontrar otro error. Debía de sentirse exasperado por tener que ordenar el desorden de otro, pero no, se sentía, en cambio, bastante animado, curioso y entretenido. Empezó a detallar las portadas y el resumen de la contraportada. Ahora debía ir a la sección A. por su mente vagaban preguntas sobre esos errores ¿Por qué los ubicarían allí?, ¿Tendrían algún sentido?, ¿Sería sólo una coincidencia? Si no mal recordaba el primer libro era de historia, el segundo una biografía del autor (no pudo recordar cuál) y éste tercero trataba de aventuras. Tal vez los libros tuvieran lo suyo sino por qué habría tantos.
Su curiosidad creció cuando en la sección A encontró un libro de la sección E. Muy bien, ya no era una coincidencia, aquello se trataba de algo ¿un juego?, ¿un mensaje? Sea lo que fuera había un misterio alrededor de esos libros. Germán no tenía la menor idea de lo que trataran por lo que dejó de fijarse en el tema de los libros, en el resumen, incluso dejó de ver las portadas para sólo centrarse en las letras que iba encontrando.
NTAE
<<Neta, Nate, Tane, Enta, Taen, Tena… >> fueron algunas de las combinaciones que formuló. Sus pasos se hicieron más rápidos a medida que devolvía los libros al lugar correspondiente. Más y más letras se acumulaban al igual que las combinaciones por cada nuevo descubrimiento.
NTAECUM
Se detuvo en el décimo libro cuando los rayos del sol se tornaron rojizos. Por la emoción y la ansiedad se olvidó del paso del tiempo y de que su hermana debía de estar furiosa por hacerla esperar. Pero… Miró los estantes. Esos libros le estaban llamando. Aún faltaban letras o eso creía, no podía saberlo con certeza. Si Yasminne no había ido en su búsqueda significaba que aún se encontraba hablando con sus amigas, o… que lo dejó allí, tirado a su suerte. En todo caso, no importaba, podía buscar un libro más, sólo uno más y luego se retiraría donde su hermana (si es que aún estaba allí)
Buscaba el libro que no correspondía en la sección N cuando una mano más que conocida tocó su espalda.
—Te he buscado por todos lados, de no ser por la bibliotecaria que te ha visto andar de aquí para allá pensaría que te habías ido de aquí. ¿Qué te entretuvo tanto?
—Buscaba un libro.
— ¿Y eso te llevó cuatro horas? Era más fácil buscarlo en el sistema, no perdías tiempo tú y no me hacías perderlo a mí buscándote.
—Está aquí. En el lomo tiene una letra distinta de la N.
— ¿Distinta? Estamos en sección N por si no lo notaste, no puede haber otro… —Yasminne calló al tiempo que estiraba su brazo para retirar un libro. —Qué extraño, deben de haberse equivocado. Retíralo que ya están cerrando el lugar —le cedió el libro antes de caminar con rapidez a la salida.
Germán podía apostar todos sus juegos de video a que no terminó su trabajo del lunes. Con tanta prisa no pudo dedicarle tiempo al libro que retiró, tampoco pensó en las letras que tenía hasta ahora; los continuos reclamos de su hermana acaparaban la atención. Sí, no terminó el trabajo.
Germán se lanzó en la cama a las diez de la noche. Cerró los ojos y respiró profundamente. Por fin, silencio, dulce y adorado silencio. Al serenarse varias letras flotaron por su mente, una danzando detrás de la otra. Abrió los ojos al caer en cuenta que no vio la letra del libro que retiró. Alargó el brazo hasta dar con la superficie rugosa de la caratula. El libro no podía considerarse grueso, aunque tampoco delgado. Germán se extrañó de no verle el título en la portada, tampoco estaba el nombre del autor. La verdad era un libro muy particular. Era de un color marrón oscuro, grabado en la caratula tenía el símbolo de un escudo como el de los caballeros medievales, en el interior del escudo estaba la imagen de un reino con un dragón volando por los cielos. Fue tanta la curiosidad que Germán hizo algo que nunca creyó hacer, abrió el libro.
El Reino de Vilhmery
Debajo del título con caligrafía elegante se encontraba el retrato de una joven hermosa. Una joven de ojos grandes, cabellos largos y labios finos. Germán no pudo aparatar la mirada. La imagen le impactó demasiado, no sólo por la increíble belleza de la chica sino porque ella… no era humana. Su piel azul, las orejas de punta y dos pequeñas erupciones de su frente que semejaban cuernos, le tenían fascinado, sin mencionar los tatuajes circulares en su cuello, que parecían descender por el resto de su cuerpo. Se quedó unos minutos más observándola antes de pasar la hoja. Cuatro líneas alineadas a la derecha en el centro de la hoja le recibieron.
Un mensaje que espera ser leído.
Una persona que no pierde la esperanza.
Un destino que debe cumplirse
Thienalara.
Al pasar a la siguiente hoja la cantidad de palabras le abrumó. Cerró de nuevo el libro no sin antes volver a mirar a la chica.
Thienalara.
Germán no sabía por qué, pero algo le decía que la chica respondía a ese nombre. Miró el lomo.
E
Tenía en total once letras. Se levantó para buscar lápiz y papel. Dudaba poder formular todas las combinaciones posibles en su cabeza. Anotó las letras al principio de la hoja según las fue encontrando.
NTAECUMERNE
Debajo de ellas fue colocando las combinaciones posibles que surgían.
MERCENANTE
TAMCURENETE
CUNTAREMENE
CUENTAME.REN
TU.MERCENA.EN
A.MENTE.RECUN
NAMUNTERECE
— ¡Ahhh! Esto es imposible —dijo exasperado levantándose de la silla y desordenándose el cabello. Cada palabra era más ilógica que la otra. Sospechaba que quizás era un mensaje oculto, que algunas letras eran iniciales de un nombre, una calle o algo por el estilo, quizás hasta estuviera en otro idioma. Su hermana podría ayudarle, pero si le molestaba le gritaría hasta el próximo día. Seguía ocupada con su trabajo. Volvió a abrir el libro. Germán observó por largo tiempo a Thienalara. Su rostro se veía triste, pero en sus ojos había un brillo de esperanza que le daba vida a la imagen. —Si pudiera conocerla —pensó Germán. Se le escapó una risa. Para conocerla sería necesario encontrarla y Thienalara no era… Sus pensamientos se detuvieron. Encontrarla…
Se levantó lo más rápido que pudo y tomó la hoja. Sí, eso era. Para asegurarse tomó el lápiz y garabateó en letras grandes:
ENCUENTRAME
Las letras formaban un mensaje.
Los pensamientos de Germán volvieron a detenerse en esa última palabra. Con el corazón acelerado y manos temblando de ansiedad tomó el libro para abrirlo en la segunda página.
Un mensaje que espera ser leído
Encuéntrame
Una persona que no pierde la esperanza
Thienalara
Germán recordó ese brillo en sus ojos. Debía ser ella.
Un destino que debe cumplirse
¿Cuál destino?, ¿de qué trataba ese libro?, ¿Qué significaba aquello? Por segunda vez, Germán se sorprendió de sí mismo con su acción. Se leyó el libro en una noche.
En la mañana se dirigió a la biblioteca antes del horario de la escuela, necesitaba respuestas y no había mejor lugar para hallarlas que no fuera allí. Sin perder tiempo le habló a la bibliotecaria de sus extraños descubrimientos sin importarle que le creyera loco. Necesitaba esas respuestas tanto como respirar. Esperó recibir una mirada que mostrara confusión, desconcierto o incluso que se burlara por la gran imaginación, pero no. Ella le miró con satisfacción antes de sonreír. Con el dedo índice le indicó que le siguiera. Germán le observó caminar unos metros antes de ir tras ella. No perdería la oportunidad que se le presentaba, ya vería la forma de recuperar las clases. Caminaron por entre estanterías hasta llegar a una puerta sin seguro, detrás de ella había mesas, sillas, más libros y computadoras. Eran los libros que se incorporarían al sistema antes de estar disponibles al público. No se detuvieron allí, siguieron avanzando. A medida que avanzaban la luminosidad disminuía, eso inquietó un poco a Germán, sobre todo cuando tuvieron que bajar las escaleras y ayudarse con la luz de una linterna para seguir con el camino. El sonido de sus pasos resonaba en el eco, el olor a polvo se intensificaba. El miedo le invadía, pero la curiosidad le impulsaba. ¿Tanto quería esas respuestas? El rostro de Thienalara se hizo presente. Sí, las necesitaba.
Se detuvieron ante una puerta de madera envejecida con grabados, al prestar atención los reconoció, eran los mimos grabados del libro. La bibliotecaria sacó unas llaves de su bolsillo para abrir la puerta. Giró el pomo con lentitud. Una luz intensa salió de la breve abertura. El lugar se iluminaba con cada centímetro. Germán cerró los ojos cuando la luz le alcanzó.
—Hemos esperado mucho tiempo por tu llegada, noble caballero —abrió los ojos despacio. La silueta de una joven tomó forma.
—Thienalara…
—Ha llegado el momento de cumplir con nuestro destino —Thienalara extendió su mano hacia él. Germán se le quedó viendo. Su belleza no podía tener comparación. Detrás de ella se alzaba el reino del escudo que tenían la puerta y el libro. La joven sonrió con dulzura. Tomó de su mano.




—Germán, Germán, cariño, despierta —confundido, mareado y con los ojos cansados levantó la cabeza al reconocer la voz de su esposa. Abrió los ojos intentando volver a la realidad. —De nuevo te dormiste trabajando.
—Sólo descansaba los ojos —se defendió al tiempo que se estiraba y bostezaba.
—Descansaste los ojos toda la noche —Germán le sonrió como siempre hacía cada vez que su esposa le reclamaba. —Algún día esa sonrisa tuya no funcionará. Llamó Yasminne, te recuerda que hoy es el cumpleaños de tu sobrino y que ni pensaras en faltar a su fiesta.
—Entendido. ¿A qué hora nos vamos?
—A las tres, tienes tiempo de volver a este mundo, señor escritor —se alejó contoneando su trasero de la forma que a Germán le encantaba. Ahora sí que estaba despierto. —Nunca cambiarás ¿cierto? —preguntó sin esperar respuesta.
—Espero que no —respondió al vacío sin perder la sonrisa. Tomó el lápiz, abrió el libro de forro de cuero y dejó que su mano cobrara vida.

El Reino de Vilhmery
Un día como aquél no era como cualquier otro…